Model 100
It was the first
computer we’d had at home. Not the first
one I’d used: that would have been a Sinclair ZX Spectrum at my Scottish
grandparents house during the winter of 1985-1986. They had a little book with it and I would
copy out the BASIC programs, searching on the keyboard for the keywords in
programming mode, and becoming more and more frustrated that I couldn’t just
type them in like normal words.
Then my father brought
home a TRS-80 Model 100 portable computer.
32K RAM. 8 lines by 40 characters
LCD. Came with a Word Processor (which I
used to write stories that were horribly derivative of Star Wars, although I do
distinctly remember using a double bladed lightsaber a good 10 years before they became fashionable), an Address Book, a To-do List, and a Terminal program
that I never used. And a BASIC
interpreter. Where I coded text games
and anything else I could get my hands on from magazines and books. It used a cassette tape machine for hard
storage, but the one we had at home only ran on batteries, which were usually
run down, so it was always a source of great fun and frustration trying to load
in a game from someone’s library of third hand copies.
I still have that
machine. Serial No.: 308011271. It still works too. I plugged it in recently and it fired up like
nobody’s business. Thought it was 1912,
though. And I couldn’t remember how to
do anything on it. Years and years of
first DOS and then graphical user interfaces have left me with no hope of or
patience to work out how to use it anymore.
We later moved on to a
Color Computer 3 (also Tandy), then some kind of 8088 clone with an amber
screen, on which I played all Space Quests 1, 2 and 3, and all kinds of other games
in a glorious yellowish monochrome. Then
a 486, then a series of Pentiums, Dells, HPs, and I’m typing this on a 2011
Macbook Pro. But I’ve only kept one. I never use it. It just sits in a box about four feet from
where I work every day. But it reminds
me of the beginnings of geekery, and makes me happy.
Modelo 100
Fue el primer computador que tuvimos en casa. No el primero que había utilizado: ese fue un
Sinclair ZX Spectrum en la casa de mis abuelitos escoceses durante el invierno
de 1985-1986. Tenían un librito y copiaba los programas en BASIC, buscando las
palabras claves en el teclado en “modo programación”, y frustrándome cada vez
más por no poder teclearlos como palabras normales.
Luego mi padre trajo a casa un computador portátil TRS-80 Model
100. 32K de RAM. Pantalla LCD de 8 líneas por 40
caracteres. Venía con un Procesador de
Palabras (que utilicé para escribir cuentos que derivaban horriblemente de la
Guerra de las Galaxias, aunque recuerdo distintivamente utilizar sables de luz
de doble haz por lo menos 10 años antes de que estuvieran de moda), un
Directorio, una Lista de Cosas para Hacer, y un programa “Terminal” que nunca
utilicé. Y un intérprete de BASIC. Que utilizaba para programar juegos de texto
y cualquier otra cosa que pudiera encontrar en libros y revistas. Utilizaba una reproductora de casetes para
almacenamiento físico, pero el que teníamos en casa sólo usaba pilas, que
siempre estaban gastadas, entonces siempre era fuente de gran diversión y
frustración intentar cargar algún juego de una librería de copias de tercera
mano.
Todavía tengo esa máquina.
No. Serial: 308011271. Y aún
funciona. La conecté recientemente y
arrancó sin poner problema. Claro que pensaba
que estábamos en 1912. Y no me acordaba de
cómo hacer nada. Años y años de DOS
primero y luego interfaces gráficas me dejaron sin esperanza y sin paciencia
para entender cómo utilizarla de nuevo.
Después tuvimos un Color Computer 3 (también de Tandy), luego
algún clón de 8088 con una pantalla ámbar, donde jugué Space Quest 1, 2 y 3, y
toda clase de juegos en un glorioso color amarillento. Luego un 486, luego una serie de Pentium,
Dell, HP, y estoy escribiendo esto en un Macbook Pro. Pero sólo he guardado uno de ellos. Nunca lo utilizo. Se sienta en una caja como a metro y
medio de donde trabajo todos los días.
Pero me recuerda el lugar donde comenzó mi ñoñez, y me hace feliz.